Transforma el miedo y el dolor en tus aliados y fortalece tu fuerza motora.

Si lo que quieres es transformar el miedo y el dolor en tu fuerza motora entonces aprovecha estas herramientas en la lectura.

 “Ganas, fortaleza, valentía y confianza con cada experiencia en la cual dejas de percibir miedo. Debes hacer lo que crees que no puedes hacer.”

Eleanor Roosevelt

  

Primeros Años

Nací en la ciudad de Chihuahua, México. Fui el hijo menor de tres hermanos. Mi papá: un hombre estricto y disciplinado: le encantaba leer, trabajar y hacer ejercicio. Mi mamá, una mujer alegre y emprendedora, siempre estuvo enamorada de las ventas y aun hoy en día, se dedica a hacerlo con el mayor de los gustos y, debo admitirlo, con excelentes resultados. Una familia tradicional, cuyos padres dieron todo de sí para educar de la mejor manera posible a sus hijos.

Mi infancia estuvo llena de anécdotas que debo admitir, no son tan buenas como hubieran querido mis padres: era un niño lleno de energía y no tan normal; siempre estaba inventando cosas que hacer, no prestaba atención a las clases, yo andaba con todas las revoluciones en todo momento y lugar.

Era un verdadero problema para mis profesores e incluso para mis compañeros de clases, ya que no toleraban a un niño tan enérgico como yo. Así que a diario mis padres tenían que recibir quejas y regaños por mi comportamiento y esporádicamente, la petición de los directores de cambiarme de colegio. Era lo normal.

Recuerdo que un día uno de estos directores, me citó en su oficina y me hizo una pregunta que tuvo  mucha repercusión en los años posteriores. Dijo: “Joven Gaona, quisiera saber ¿qué planea hacer el resto de su vida?”

Nunca había pensado en esto, ya que todo lo que quería hacer era lo que hacían los demás niños, jugar. Así que por contestarle algo que pudiera impresionarlo le dije: “No sé, pero planeo ser una persona muy exitosa director”

Nunca voy a olvidar la manera en que me miró y soltó una carcajada. Dijo: “Joven Gaona, ¿cómo planea tener éxito con un promedio de 1.2? Será mejor que reconsidere sus planes, porque no le auguro mucho éxito en la vida”

Salí de su oficina pensando: ¿Qué voy a hacer cuando crezca? ¿Será que el director tiene razón? ¿No lograré nada grandioso nunca?

Justo en esos días, mi papá había decidido construir en un terreno que tenía, una cancha de basquetbol para que yo pasara allí al menos 5 horas diarias jugando, obligatoriamente. (Claro, para la mayoría, cinco horas son demasiado, pero para un niño con tanta energía como yo no eran nada, les aseguro.)

Entonces, empecé a jugar basquetbol las cinco horas diarias y a los pocos días, ya pasaba yo al menos 10 horas diarias en esa cancha. Poco a poco el basquetbol se convirtió en mi mundo: me sentía muy bien jugando, me empecé a dar cuenta que era bueno y que tenía mucha habilidad.

Un día en un partido de basquetbol en el colegio, el instructor de un equipo muy reconocido y prestigioso en el estado, me vio jugar y  me preguntó si quería asistir a una práctica con su equipo.

Sin dudarlo ni un instante, le dije que sí.

Asistí a este entrenamiento, y este coach: José Luis Banda, decidió darme la oportunidad de jugar en su equipo.  Debo admitir que hasta ese momento, el juego en equipo era un concepto bastante abstracto para mí y en realidad, no sabía cómo hacerlo.

Entonces así, las lecciones de pertenecer a este equipo de tan alto nivel, empezaron a llegar poco a poco: Primero aprendí casi a las malas a jugar de manera conjunta, cuando un día el entrenador me dijo que tenía dos opciones: o aprender a jugar en equipo y llegar a ser el capitán algún día, o, seguir con mi estilo de juego y salir automáticamente del equipo.

Luego, aprender a seguir un código de honor, el cual determina los valores, hábitos y creencias de equipo y es inamovible sea cual sea la situación. Además, seguir órdenes: aprender a obedecer a quien tiene la experiencia y habilidad para estructurar un plan de juego exitoso. Aprender a modelar a quien admiraba y copiar sus estrategias de juego, su mentalidad y estado físico para enfocar adecuadamente todos mis esfuerzos, etc.

“El código de honor  es el conjunto de acuerdos simples que saca lo mejor de un equipo.” David Gaona

Así, fue el inicio para mí, de la mejor y más apreciada época deportiva en mi vida. Fue una lección enorme que forjo de manera radical mi forma de ser y me dio la posibilidad de vivir de manera muy diferente una parte de mi niñez y de mi adolescencia.

Mi Primer Negocio

 En mi último año de preparatoria decidí irme a Luisiana, Estados Unidos, persiguiendo mi sueño de jugar basquetbol de forma profesional. Sin embargo, terminando el segundo semestre del año, me convocaron a la selección mexicana sub-19 a unos centroamericanos en Cuba y regresé a México.

En este campeonato, conocí al Coach Nacho Moreno, un entrenador de mucho renombre y experiencia, quien para mi sorpresa, me ofreció la oportunidad de jugar en la ciudad de Monterrey con el mejor equipo de México y para una de las mejores universidades: El TEC de Monterrey.

Esta universidad me abrió las puertas de su campus con una beca completa, que cubría el 100% de la escuela, comidas y hospedaje. Era magnífico.

Al irme adaptando al ritmo de vida de un universitario promedio, me di cuenta de que además de los gastos universitarios que cubría mi beca, necesitaba poder solventar algunos gastos adicionales que eran necesarios y fundamentales para subsistir. Y pensé:

¿De dónde puedo sacar más dinero?

La situación me obligaba a idear urgentemente un negocio que pudiera arrancar con 2 mil dólares (Todos mis ahorros de trabajar como mesero en el país del norte) y que pudiera retribuirme un poco más de lo necesario para vivir adecuadamente y continuar en la universidad.

Así que me senté una tarde a hacer una lluvia de ideas y a pensar ¿Qué puedo hacer? ¿Qué servicio o que producto puedo ofrecer? ¿En qué puedo trabajar? Y anote cada cosa que se me vino a la mente, analizando fríamente los pros y los contras de cada una. De esa tarde, el resultado final fue este: brindar un servicio de mudanzas dentro del campus. ¡Claro! Pensé: “Dentro del campus todo el tiempo los estudiantes se están moviendo de una residencia a la otra, llegan nuevos estudiantes, otros se van, y necesitan ayuda con sus cosas. ¡Yo puedo hacerlo!”

Llame a mi hermano (quien ya tenía experiencia con transportes) y le pedí que me ayudará a conseguir una camioneta que se ajustara a mi presupuesto y ojalá, en buenas condiciones. Él sin duda alguna me ayudó y me consiguió un carro que superó por mucho mis expectativas.

Me puse en marcha y diseñé mi primer flyer de publicidad para dar a conocer mi emprendimiento. Lo fotocopié y lo pegué en todos los lugares de la universidad que podía, se lo entregue a cada uno de mis conocidos, amigos y profesores y rogué con todas mis fuerzas que empezarán a llamarme.

¿Qué sucedió?

Efectivamente, llegaron las llamadas y con ellas, el trabajo. Empecé a ganar el dinero que necesitaba y luego mucho más del que hubiera imaginado. Así que hablé con algunos de mis compañeros del equipo de basquetbol y les ofrecí trabajo para que pudieran ganar dinero también y claro, para que me ayudaran a cubrir algunos trabajos.

Así fue cómo surgió mi primera empresa: de un momento de necesidad que por supuesto, estaba decidido a superar.  Esta empresa, hoy en día, luego de 20 años sigue funcionando (a pesar de todos los errores que cometí por mi falta de experiencia en un principio) y continúa creciendo con metas económicas y operacionales mucho más estructuradas y ambiciosas.

Mi primera presentación

Al graduarme de la universidad, fui contratado por la empresa General Electric como ingeniero de manufactura.

La necesidad de corresponder adecuadamente a esta oportunidad laboral, junto con la responsabilidad de llevar a la par el desarrollo de mi empresa de mudanzas, me llevaron a buscar capacitación y entrenarme de la mano de un coach que pudiera guiarme de la manera más acertada en todos los aspectos que aún desconocía y que necesitaba desarrollar para llevar a cabo todas mis funciones con éxito.

Es así como llegue a Raúl Lozano, mi primer Coach. Una persona inolvidable, más que todo porque sus lecciones y métodos de enseñanza pusieron muchas veces a prueba mi manera de pensar y mis “inamovibles” miedos, lo cual, debo admitir, me costó muchísimo afrontar.

Un día me dice Raúl: “Dave, necesitas aprender a vender. Métete en un multinivel” y yo frío, dije: “¿QUÉ? ¿Dónde? ¿Cuándo? ¿Cómo? ¡Claro que no! No lo voy a hacer”

Contra todo pronóstico, a la semana siguiente, ingrese a un multinivel llamado “Agel” dedicado a la comercialización de suplementos deportivos.

“Aprender a vender es la habilidad principal para ganar dinero.”

David Gaona

Debo resaltar que hasta el momento, mi conocimiento en ventas se limitaba a lo poco que había hecho con mi empresa de mudanzas y a las muchas anécdotas de mi mamá quien desde que tengo uso de razón, se ha dedicado a las ventas por catálogo de empresas como Avon, Tupperware, y todas las que te puedas imaginar.

Compré varios libros y empecé a dar mis presentaciones de ventas en las puertas de las casas con mis pizarrones y marcadores, destinando los fines de semana o cualquier rato libre, luego de mi trabajo, para trabajar en esta actividad.

Fue muy difícil al principio: por inexperiencia, por falta de tiempo, por pena, aprender a vender. Sin embargo, con todas estas dificultades, luego de 6 u 8 meses, me nombraron el líder de ventas en esta empresa de multinivel. Yo sinceramente, no podía creerlo. Me sentía ya el mejor vendedor del mundo.

No sabía lo que venía…

En un lanzamiento de un nuevo producto para adelgazar, a los pocos meses, me pidieron hacer la presentación de ventas para aproximadamente 30 mil personas. Yo confiando en lo que había aprendido hasta ahora, preparé mi presentación y la llevé a cabo.

Pues bien, de 30 mil personas que asistieron, logré venderle a cinco. Así como lees ¡Cinco personas!

¡UN DESASTRE TOTAL!

Nunca olvidaré lo que sentí en ese momento: sentía que no sabía absolutamente nada de ventas, que todo mi trabajo había sido en vano, no entendía en que me había equivocado y que había sucedido allí arriba en el escenario. Me sentía fatal. Hablé con mi coach y le dije: “me retiro, esto no es para mí”. Pasaron algunas semanas, y como si fuera una broma del destino, un día uno de los directores de General Electric, me pidió de manera especial dar una charla para un grupo de 50 trabajadores con el fin de explicarles algunos protocolos técnicos de proyecto que se estaba llevando a cabo en la empresa.

Yo, claro, no quería saber ya nada de presentaciones en escenario, pero luego,  pensé: “Bueno, ya después de mi última experiencia, esta no me costará nada” Así que me subí al escenario tranquilo y con buen humor, y empecé a explicarles paso a paso todo lo que debían saber.

Los trabajadores quedaron encantados con mi presentación; me habían entendido todo y hasta se habían divertido un rato con mis chistes. Así que se lo hicieron saber a mis directores y ellos decidieron empezar a asignarme este tipo eventos en cada oportunidad.

A medida que mis charlas y capacitaciones dentro de la empresa se hicieron más frecuentes y populares, empecé a desenvolverme con más naturalidad frente al público. Poco a poco, fui buscando más herramientas para mejorar; investigué mucho más sobre el tema, me inscribí nuevamente a cuanto curso encontré. Leí todos los libros que pude sobre PNL e hipnosis y me entrené con Tonny Robins, Brian Tracy, Dave Vanhoouse, con el lobo de wallstreet. Así sin más, retomé mi interés en los escenarios y estaba dispuesto a convertirme en el mejor.

Seguir las herramientas y consejos de estos gurus de las ventas en escenario, me permitió mejorar radicalmente mis resultados y convertirme en una persona con un gran poder de persuasión. Fue fascinante para mí evidenciar, la gran repercusión que mis ideas y mis palabras tenían sobre la audiencia y lo efectivo que era utilizar sistemas para mejorar su receptividad.

Después de un sin fin de presentaciones exitosas, de inaugurar algunas otras de mis empresas y de dedicarme por completo al desarrollo de mis negocios, diseñé mi propio sistema de ventas en escenario, incorporando las estrategias más útiles y poderosas que había conocido y asegurándome en todo momento, de hacerlo tan sencillo como fuera posible para que cualquiera pudiera implementarlo.

“El vender en escenario tiene que ver con sistemas, sigue al pie de la letra cada una de las herramientas.”

Dave Vanhoose

Ahora este sistema, cuya construcción tiene detrás más de 20 años de experiencia,  es seguido por algunos de los más grandes empresarios y oradores del mundo, quienes han conseguido ya en repetidas ocasiones superar el millón de dólares de Método de persuasión masiva ¡Una sensación maravillosa! Estoy seguro, de que tú también conseguirás  los resultados que sueñas y desarrollarás todo tu potencial de manera radical una vez aprendas e implementes este sistema.  Así que, de antemano, te auguro el mejor de los éxitos.

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